Por añadir un poco de contexto, R es la calificación que se otorga a las películas que contienen demasiada violencia, contenido sexual, lenguaje y desfachatez. Deadpool es la primera película de esta nueva ola de adaptaciones con firma de Marvel que se gana una R en su calificación por edades si olvidamos The Punisher y Blade, que no son estrictamente del mismo estilo. Y eso es muy representativo, pues mientras Deadpool hace uso del humor ácido e infantil a partes iguales, es, en síntesis, una historia de venganza exhibida con constantes referencias a la cultura popular, una especie de episodio de South Park escrito por Quentin Tarantino escenificando una pequeña porción de A serbian film.
Para que conste en acta, el libreto está escrito por Rhett Reese y Paul Wernick, a los que muchos conocerán por Zombieland, y cuyos nombres, como decía al principio, no se incluyen en los títulos de crédito. Tampoco el del actor protagonista que pasa a ser god’s perfect idiot, o el de villano que la cinta define como el típico malo británico. Eso en los primeros dos minutos. Supongo que las referencias a la cultura popular, al universo de Marvel y al de la competencia, o a algunas de las obras más importantes del cine y de la literatura en clave satírica os las podéis imaginar, y de paso me haceis el favor de ahorrármelas para no destriparos algunos de los mejores momentos de la película.
Porque, en resumen, Deadpool es una sucesiva referencia a la cultura popular con pequeños respiros plagados de violencia gratuita y brutal, cameos y constante gags que cierran una película tan divertida como demente, además que se permite el lujo de dar a su protagonista la fuerza suficiente para romper la cuarta pared para contar un chiste al público que está en la sala, pues la cinta toma conciencia de que es una película y no te vende nada más que no sea puro entretenimiento ácido y gamberro, pero muy adulto.
En cuanto a estructura, la fórmula pensada para Deadpool encaja perfectamente. La cinta es una retrospectiva constante que nos cuenta, en varios actos, la historia de un personaje que se presenta en los primeros minutos del metraje con la trama muy avanzada. De ahí, hacia delante y hacia atrás, nos cuenta la historia del mercenario enfundado en el traje rojo a través de recuerdos del pasado narrados por el propio Wade/Reynolds y, al mismo tiempo, sirve para dar contexto al espectador sobre el pasado del personaje antes de los acontecimiento de la película: su humor, sus virtudes.
Lejos quedan, para Reynolds, los fantasmas de las navidades pasadas en su papel de Green Lantern, pues en Deadpool está sobresaliente en todos los aspectos. Su personaje, dentro del contexto de esta sátira de violencia y humor, es sumamente agradable en casi todos los aspectos y refuerza en conjunto la obra. Se nota el entusiasmo que ha puesto el actor para redimirse de todas esas críticas que se ganó cuando se enfundó en el superhéroe verde de DC. De hecho, me atrevería a decir que Deadpool es tan redonda en su conjunto, precisamente, por el buen hacer del actor, que se ha tomado la obra como una crítica a sí mismo (incluso a su portada en la revista People) para realmente disfrutar en los pies de Wade.
No obstante, no todo son buenas noticias. La tortura de Wade alarga la cinta con artificios que no son necesarios para poner en contexto al espectador, al menos no durante tanto tiempo, y más si tenemos en cuenta que el personaje está constantemente narrando la historia. Además, esta es una película de Marvel, y aunque el recorrido hacia los últimos minutos es magnífico, con idas y venidos entre gags y humor, el enfrentamiento final, característico de sus franquicias,es muy pobre para lo que se espera de película de Marvel, aunque lo suficientemente predecible como para que sea compensando por las dosis de humor que le asisten.
Con todos sus fallos y aciertos, Deadpool es una película con la que todos disfrutarán.